sábado, 11 de septiembre de 2010

Chau, adios


Sin darme cuenta estaba llamándote, gritándote en el ojo que nunca duerme y me sigue por donde se pone el cielo en mi nariz; sucede, a veces sucede y no puedo saber porqué te gusta herirme, encerrarme en mis propias palabras, como la púa del tocadiscos cuando raya el surco lleno de tierra, desterrando todas las melodías con letras al pedo, de amor y desamores que  enseñan a rezar.

No dejaste ni siquiera que escribiera te extraño, o te lo dije? Si, te lo dije y pasó totalmente desapercibido, porque sabías, si me dejabas, se piantarìan un montón de besos asfixiantes, entonces fue cuando me dijiste: te conté que me enamoré? El idiota que no aprende, latió inconfundiblemente más fuerte y rápido; por un momento, se hizo pequeño, creí que era yo que lo estrujaba con mis manos. 

Eran otros los abrazos, los duelos, abandonos, la forma de borrar huellas, el olor del pasado, la silueta del adiós y tu voz ronca  dando vueltas en los caracoles de mis oídos.

Podría llegar a verte morir aunque no quiero, los espejos te nombran todavía ……. prefiero encontrarte cuando coseche mis desánimos, para llorar al costado de una planta de lavanda florecida a  la hora de recurrir a mi nariz, cuando se ponga el cielo sobre la arena y entre vos y yo no existan puntos cardinales, solo el techo de una vieja parada de ómnibus donde guarecernos de la lluvia.

domingo, 22 de agosto de 2010

Onetti

“Volver y no lo haré, dejar y no puedo.
Apoyar el zapato en el barrote de bronce
Y esperar sin prisa su vejez, su ajenidad, su diminuto no ser.
La paz y después, dichosamente, en seguida, nada.
Ahí estaré. El tiempo no tocará mi pelo, no inventará arrugas, no me inflará las mejillas
Ahí estaré esperando una cita imposible, un encuentro que no se cumplirá.”


sábado, 14 de agosto de 2010

Cortázar

Nunca te lleve a que madame Leonie te mirara la palma de la mano, a lo mejor tuve miedo de que leyera en tu mano alguna verdad sobre mi, porque fuiste siempre un espejo terrible, una espantosa máquina de repeticiones, y lo que llamamos amarnos fue quizá que yo estaba de pie delante de vos, con una flor amarilla en la mano, y vos sostenías dos velas verdes y el tiempo soplaba contra nuestras caras una lenta lluvia de renuncias y despedidas y tickets de metro. De manera que nunca te lleve a que madame Leonie, Maga; y sí, porque me lo dijiste, que a vos no te gustaba que yo te viese entrar en la pequeña librería de la rue de Verneuil, donde un anciano agobiado trace miles de fiches y sabe todo lo que puede saberse sobre historiografía. Ibas allá a jugar con un gato, y el viejo te dejaba entrar y no te hacia preguntas, contento de que a veces le alcanzaras algún libro de los estantes mas altos. Y te calentabas en su estufa de gran cano negro y no te gustaba que yo supiera que ibas a ponerte al lado de esa estufa. Pero todo esto había que decirlo en su momento, solo que era difícil precisar el momento de una cosa, y aun ahora, acodado en el puente, viendo pasar una pinaza color borravino, hermosísima como una gran cucaracha reluciente de limpieza, con una mujer de delantal blanco que colgaba ropa en un alambre de la proa, mirando sus ventanillas pintadas de verde con cortinas Hansel y Gretel, aun ahora, Maga, me preguntaba si este rodeo tenía sentido, ya que pare llegar a la rue des Lombards me hubiera convenido más cruzar el Pont Saint-Michel y el Pont au Change. Pero si hubieras estado ahí esa noche, como tantas otras veces, yo habría sabido que el rodeo tenia un sentido, y ahora en cambio envilecía mi fracaso llamándolo rodeo. - Era cuestión, después de subirme el cuello de la canadiense, de seguir por los muelles hasta entrar en esa zona de grandes tiendas que se acaba en el Chatelet, pasar bajo la sombra violeta de la Tour Saint-Jacques y subir por mi calle pensando en que no te había encontrado y en madame Leonie.....................